La viejita ingresó sin mayores preámbulos en la óptica, con su bastón y enorme bolsón colgando de sus hombros. Buenos días, saludó, y quedó esperando que la atendieran. Alejandro salió de su cabina y se sorprendió de la jovialidad de la anciana, de sus ojos alegres, así que inmediatamente entró en sintonía con la nueva clienta.
-> Siga leyendo en la imagen - click para ampliar
• Si el tamaño del texto le resulta pequeño en la imagen,
descargue el relato en versión PDF - click aquí
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Esa viejita me hace acordar a una vecina que tenía en el barrio donde vivía antes, siempre preocupada por las pastillas...
Saludos
Publicar un comentario