LOS PECADOS DE LA NIÑEZ

Era día de confesiones y en el seminario menor eso significaba tarde apacible, sin clases. Teníamos el tiempo libre y cada uno deambulaba por los corredores leyendo libros de espiritualidad, rezando algún misterio del santo rosario o, simplemente, reflexionando, creando el ambiente propicio para el momento de la confesión. En la capilla estaba todo preparado y cada uno de nosotros podía elegir un confesionario. Siempre tuve la duda sobre a qué sacerdote debía recurrir para ese acto tan íntimo, tan personal como era el de expresar debilidades, caídas o transgresiones al reglamento de la institución o a los preceptos de la moral que en esos tiempos imperaba... -> Siga leyendo en la imagen - click para ampliar




1 comentario:

Anónimo dijo...

gracias por poner en palabras lo que yo tambien senti (sufri) de chiquito.
sebas